Al inicio pensamos que era otro intento más, otro, después de una larga lista de fracasos. Esta vez con pocas expectativas por nuestra larga e infructuosa experiencia, pero con el paso de los días nos dimos cuenta que iniciaba un cambio drástico, un cambio que nos devolvió la esperanza.
Y sucedió.
Nuestro formidable hijo en todos los sentidos: inteligente, noble y seductor, en plena adolescencia, con catorce años, nos decepcionó por primera vez. Fue una mala calificación, inesperada por su trayectoria en el Bachillerato. Desde ese momento hubo una progresiva pero rápida sucesión de acontecimientos cada vez más inquietantes y graves: mentiras, robos, incumplimiento sistemático de sus responsabilidades, desprecio a las normas establecidas y por supuesto un drástico cambio en su comportamiento, incluyendo el trato con nosotros.
Y pasaron más de veinte años, imposible narrar todo lo ocurrido en ese periodo, pero se puede imaginar el sufrimiento y desgaste. Nos encontramos en la puerta de terapias del Instituto Galeno. Nosotros destrozados y agotados, él en un estado lamentable física y psíquicamente, como ya esperábamos, como no podía ser de otra forma.
Unas horas juntos para olvidar, un breve contacto con terapeutas y compañeros y una triste despedida. Eso fue todo. Estaba todo perdido. Sin más, habíamos perdido a nuestro hijo para siempre.
Otro intento más, otro, después de una larga lista de fracasos. Esta vez con pocas expectativas por nuestra larga e infructuosa experiencia.
En las primeras terapias estaba mejor, nada nuevo, nada esperanzador, como en otras ocasiones.
Las primeras señales de alarma las minimizábamos atribuyéndolas a la edad aunque probablemente nuestra ceguera era un intento de querer seguir confiando en él, pero que ciertamente era una negación de la realidad.
Pronto llegaron las faltas de respeto y un comportamiento para nosotros impensables en nuestro hijo.
En nosotros se sucedieron los sentimientos de sorpresa, preocupación, impotencia, angustia, inseguridad, depresión y por supuesto SENTIMIENTO DE CULPABILIDAD. Vivíamos la acción devastadora de la drogodependencia para el enfermo y su entorno familiar.
Era aún muy joven cuando nos pidió el ingreso en el primer centro de desintoxicación. Fuimos asumiendo que se trataba de conseguir un perdón de forma rápida y seguir desde cero, como si no hubiera ocurrido nada. (Entonces no sabíamos la poca importancia de una abstinencia forzada, abstinencia de contención. Tampoco sabíamos la decisiva importancia de un cambio interno del paciente para dejar de ser adicto).
A este siguieron un gran número de centros públicos y privados, un centro de desintoxicación intensiva y una técnica innovadora que fueron sumando fracaso y desesperanza. En todos ellos nos insistieron inútilmente en descargarnos de culpa. Para entonces ya se había infiltrado en nuestro cuerpo y nuestra alma.
El tiempo iba pasando, las primeras Navidades sin él. Cumpleaños y múltiples ocasiones familiares con su ausencia.
Llegaron las siguientes terapias, seguía mejorando. De forma imperceptible se fue vislumbrando una pequeña luz que no queríamos ver para evitar el efecto “montaña rusa” de nuevo, pero allí estaba, nos estaba haciendo guiños.
Y siguió transcurriendo en tiempo, y nos sentíamos cada vez mejor ayudados por los profesionales del centro INSTITUTO GALENO, y empezamos a dormir, a vivir y a reír como hacía mucho tiempo y un día, con pudor, reconocimos que éramos felices.
En los anteriores tratamientos solo veíamos un cambio fingido. Del hijo de catorce años no quedaba nada. La complicidad de amigos poco recomendables y el principio de rechazo de los demás empeoraban la situación. La manipulación y la mentira se apropiaron de su personalidad.
Un periodo de más de veinte años es inconcebible que se pueda soportar, pero es posible. No tirar la toalla es fundamental.
Ya ha pasado un considerable periodo, sabemos que aún queda un largo camino, pero hoy podemos decir que nuestro hijo ha resucitado. Esa lucecita se ha convertido en un foco de gran potencia que ilumina el camino de mi hijo y de todos sus allegados.
No tenemos ninguna duda. Está en su sitio. Habla la dolorosa experiencia.
Hemos comprendido que se trata de una enfermedad, que precisa la intervención de profesionales avezados y que requiere confianza y disciplina por parte de todos.
El INSTITUTO GALENO nos lo ofrece todo. Compuesto por excelentes profesionales – psicólogos, psiquiatras, terapeutas, monitores y familiares, todos ellos con vivencias en carne propia y de allegados en el mundo de las adicciones, distintos y complementarios, pero con un fin y un proyecto común, con gran espíritu de sacrificio han conseguido el milagro de esta evolución inacabada pero con unas perspectivas sólidas y muy alentadoras. NO PIERDAS LA ESPERANZA. VALE LA PENA. ESTE ES EL SITIO. Recuperar un hijo NO TIENE PRECIO.
EN GALENO TODOS SOMOS UNA FAMILIA.